Reencuentro
(la casualidad de los hados)
En
un rincón cualquiera del planeta
Un
hombre con arrugas y el pelo ralo y blanco
Metamorfoseado
en niño
Avanza
entre las ruinas de Solunto[1].
Bajo
la mirada atenta de su sombra
Se
sienta en una piedra
Y
se pregunta qué habrá teñido de azul el pavimento al fondo.
Contempla
sin recordar el mar infinito, si acaso una punzada
En
cierto lado izquierdo de su tórax.
Viene
a posarse al lado, ensimismado,
Otro
anciano de rasgos estragados,
Preñado
de sol el rostro y unos ojos color malaquita
Profundamente
inyectados en tosca sangre vieja.
“¿Recuerdas Gaetano cuando éramos
amigos?”
Gaetano
lo mira indiferente,
Registrando
en algún hemisferio
El
tono familiar de esas palabras,
Sin
ceder a lo obcecado de su falta de memoria.
“¿Recuerdas
Gaetano,
sentados en estas mismas piedras,
mirando el mismo mar,
fuertes como robles,
decidiendo destinos,
gestando las miserias de los otros
dispuestos a ser los amos del lugar?”
Elegimos también las mujeres más bellas,
Robamos hasta el alma a la historia para
tenerlo todo.
¿Recuerdas, Gaetano?
El
viejo se atusa las vetas plateadas que el viento se empeña en despeinar.
Una
rabieta se le planta
En
las comisuras de los labios resecos
Y tapa sus oídos con gesto infantil.
Contra
el viento, los alaridos de Michele
“¡ Gaetano, recuerda!
Hasta en prisión quisimos ser los dueños,
Siempre los más veloces en la carrera
hacia la nada,
Los temidos los invencibles los astros
Los reyes de la dialéctica
Los gangsters del lugar.
¿Cuándo pasó que el mundo
-Nuestro mundo-
Se puso del revés y nos falló?”
Y nos quedaron sólo deudas de todos los
tamaños
Y las mujeres se marcharon y el pueblo
nos gritaba: “¡mafiosos!”
Y las mansiones se cayeron como castillos
de naipes
Y nos quedamos solos, Gaetano.
Solos como niños desvalidos,
Tú con tu desmemoria, yo con los hijos
muertos
Y los ajustes de cuentas aún
desajustados.
¿Cuándo fue que nos volvimos humanos,
Gaetano?
¿Cuánto tardamos en aprender que este sol alumbraría irremediablemente
nuestra miseria?”
Gaetano
deja caer las piernas,
Lleva
los pantalones cortos como antaño
Y
se arrulla en la tierra caliente.
Michele
lo contempla, pensando para sí
Cuán
injusto es ese final libre de culpa,
Mientras
fundidos en la arena
Los
ojos del infante en que se ha convertido le arden a Gaetano
Empapados
de un líquido salado de sabor familiar y
desgarrado,
Ese
que tantos años le había llevado olvidar.
[1] Las ruinas de Solunto
se encuentran muy cercanas a Bagheria, en la provincia de Palermo
(Sicilia). Bagheria ha sido (y
lamentablemente es) una ciudad relacionada con la mafia desde hace años; se
dice que en muchas de sus villas, ahora venidas a menos, se ocultaban grandes
capos de la mafia. No es difícil encontrar noticias casi a diario sobre
arrestos relacionados con la mafia en esa ciudad y en la vida cotidiana en sus
calles es fácil observar el abuso de poder y manipulación que este inmenso
grupo de terroristas ocasionan. Pero el miedo hace callar a sus habitantes, a
pesar de las manifestaciones de protesta -poco efectivas- que de vez en cuando
se convocan ante un problema que no cesa.
Este poema te atraviesa, te sacude, te transporta hacia lo más profundo del alma. Las voces que hablan desde Solunto, bien pueden ser de cualquier parte del mundo. Voces que denuncian la tragedia humana, y, a través del lenguaje lírico, la trascienden. Una poesía imponente.
ResponderEliminarEscribir y que alguien te lea, y que sienta tanto y te lo exprese en la manera en que lo haces es la mayor alegría cuando uno escribe por compartir pedacitos de emociones. Una frase de aliento como la tuya puede tener un lirismo alucinante para quien la recibe. Mil gracias, mil abrazos!
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